viernes, 25 de octubre de 2013

CONDUCTA DE ADULTOS Y ANCIANOS EN SITUACIONES DE DESASTRE


Ante una situación anormal - como los desastres - ciertos sentimientos y reacciones son frecuentes. Puede ser que algunas de esas emociones no se hayan experimentado anteriormente, cada persona es diferente y puede responder de distinta manera en ciertos momentos.
También es claro que la exposición a eventos traumáticos debe producir un mayor nivel de tensión y angustia en las personas, así como que el recuerdo de lo sucedido será parte de la vida de las víctimas y no se borrará de su memoria. Pero se ha demostrado que sólo algunos sujetos experimentarán problemas más serios o duraderos que podrán calificarse como psicopatología. La gran mayoría no sufre en ese momento de ninguna enfermedad mental, sólo están experimentando reacciones esperadas ante un suceso vital significativo.
Sin embargo, las respuestas institucionales más frecuentes están basadas en la atención psiquiátrica individual y sirven sólo a un número muy reducido de las personas afectadas. Se ha demostrado que si existe una rápida y adecuada intervención psicosocial estas reacciones pueden disminuir y los sujetos volver al funcionamiento normal.

A continuación un listado de algunas de las manifestaciones que pueden observarse en personas adultas:
Nerviosismo o ansiedad.
Inseguridad.
Tristeza y/o llanto.
Necesidad de estar solo.
Culpabilidad por haber sobrevivido.
Crisis de miedo o pánico.
Ideas de suicidio.
Disminución en la resistencia física.
Fatiga.
Dificultades para retornar al nivel normal de
Problemas para dormir o descansar.

Confusión para pensar y/o problemas de concentración.
Sentirse frío emocionalmente.
Problemas de memoria.
Sentirse abrumado.
Disminución de la higiene personal.
Intensa preocupación por otros.
Cambio en los hábitos alimenticios.
Náuseas.
Pérdida de confianza en uno mismo.
Dolores de pecho o cabeza.
Recuerdos muy vivos del evento.
Temblores musculares.
Culpar a los demás.
Dificultad para respirar.
Frustración.
Palpitaciones o taquicardia.
Desorientación en tiempo o lugar.
Aumento de la presión sanguínea.
Sentimiento de impotencia.
 Enojo y/o irritabilidad.
Uso excesivo de alcohol y/o drogas.

Problemas en el trabajo y/o familia.


En situaciones de emergencias, las patologías psíquicas más observadas son de tipo depresivo y de ansiedad, así como los trastornos por estrés agudo y por estrés postraumático.
Trastornos depresivos y/o de ansiedad
Manifestaciones clínicas: El paciente presenta una gran variedad de síntomas psíquicos o físicos relacionados con la angustia, frustración y tristeza. En ocasiones, el cuadro se manifiesta en forma de un ataque o crisis aguda, que requiere una atención de emergencia. Las expresiones más frecuentes son:
• Estado de ánimo bajo o tristeza.
• Pérdida de interés o de capacidad de disfrutar.
• Ansiedad, tensión o nerviosismo.
• Intranquilidad.
• Preocupaciones constantes.
• Temblores.
• Trastornos del sueño.
• Astenia o fatiga y pérdida de energía.
• Falta de concentración.
• Trastornos del apetito.
• Ideas o actos suicidas.
• Pérdida o disminución del deseo sexual.
• Palpitaciones.
• Mareos.
• Sequedad de boca.
Pautas de actuación:
• Informar al paciente y sus familiares que estas manifestaciones no son consecuencia de la falta de voluntad para enfrentar los problemas, sino que la situación por la que ha pasado la persona puede causar estos trastornos emocionales. El apoyo familiar y social es muy importante.
• Permitir que hable libremente y transmitirle apoyo, confianza y seguridad.
• Identificar factores predisponentes que existían previo a la situación traumática.
• No aborde inicialmente los temas más dolorosos, aunque tampoco impida que lo haga si así lo desea.
• Animarlo a que realice su vida normal, retomando tareas que han sido de ayuda en el pasado. Planificar actividades que ocupen a la persona, lo distraigan y ayuden a reforzar la confianza en sí mismo. Identificar y reforzar las actividades que ha podido realizar con éxito.
• Tratar de alejar pensamientos pesimistas o preocupaciones exageradas por diferentes métodos.
• Si existen síntomas físicos, intentar averiguar la conexión entre estos y el estado emocional. Evaluar si pudiera existir otra enfermedad concomitante.
• Búsqueda de alternativas para el enfrentamiento y/o solución de problemas, dada la situación difícil por las que está atravesando.
• Aplazamiento de decisiones. Cuando se está muy tenso o deprimido, no es el mejor momento para tomar decisiones importantes.
• Animar al paciente para que practique métodos de relajación y ejercicios físicos.
• Es recomendable que tome infusiones calientes por las noches como tranquilizantes.
• Evaluar un posible riesgo de suicidio y tomar la conducta recomendada en estos casos.


En la crisis de ansiedad, las respiraciones suelen ser rápidas y superficiales. Si le pedimos que el paciente realice inspiraciones más profundas y respire por la nariz se consigue hacer más lenta la frecuencia respiratoria. Una vez controlada la respiración se puede intentar técnicas de relajación sencillas.
Trastorno por estrés agudo
Es un cuadro de carácter agudo que aparece como consecuencia de la exposición al evento traumático. De acuerdo al nivel de intensidad y presencia de síntomas se clasifica en ligero, moderado o grave. Las manifestaciones clínicas aparecen dentro del plazo de una hora posterior al psicotrauma y deben desaparecer o aliviarse en un término no mayor a 48 horas.
Manifestaciones clínicas:
• Manifestaciones de ansiedad generalizada que incluye tensión, angustia, dificultad para la concentración, intranquilidad y algunos síntomas físicos.
• Desesperanza o frustración.
• Tristeza o manifestación de duelo excesivo e incontrolable.
• Aislamiento social.
• Irritabilidad.
• Puede aparecer desorientación o estrechamiento de la conciencia.
Pautas de actuación:
• Proveer información, destacando la transitoriedad de los síntomas que se han producido por el evento traumático vivido.
• De acuerdo a las circunstancias y, si el caso lo requiere, puede proporcionársele reposo y tranquilidad durante un breve tiempo en el contexto familiar.
• Aplicar las pautas señaladas en el trastorno depresivo ansioso.
Conducta o ideación suicida
La conducta suicida, como consecuencia de situaciones de desastres (en la fase crítica), no resulta tan frecuente; sin embargo, se observa un incremento de la ideación suicida, en relación con los sentimientos de culpa del sobreviviente y en casos de experiencias traumáticas extremas. La predicción de los actos suicidas, al igual que otras conductas humanas, no resulta una tarea fácil; la evaluación del riesgo es compleja.
Factores o condiciones que incrementan el riesgo suicida:
• Ideación suicida intensa y persistente.
• Intentos suicidas previos.
• Existencia previa de trastornos psíquicos, en especial depresión intensa y persistente.
• Alto grado de exposición al evento traumático o haber sufrido pérdidas de gran magnitud.
• Plan suicida desarrollado y disponibilidad de medios para ejecutarlo.
• La falta de apoyo social y familiar.
• El consumo de alcohol u otras sustancias limita la capacidad de autocontrol.
• Dificultades socioeconómicas.
• Padecer enfermedades crónicas e invalidantes.
Pautas de actuación:
• En un primer momento, no censure ni critique duramente su conducta; tampoco, la juzgue de una manera superficial o ligera.
• Trate de convencerlo que es mejor posponer cualquier decisión importante y disponerse a recibir ayuda.
• Converse con la persona y evalúe la situación ocurrida en su conjunto.
• Evalúe el riesgo suicida futuro.
• Alerte a la familia para que lo mantenga bajo observación y cuidado.
• Tratar la depresión u otra patología concomitante. Adoptar similares medidas que en caso de depresión y/o ansiedad.
Trastornos disociativos o de conversión
Manifestaciones clínicas:
• La presentación suele ser súbita y está relacionada con la situación y las circunstancias vividas.
• El paciente presenta síntomas físicos poco frecuentes que no tienen causa biológica aparente, tales como ataques epileptiformes, excitación, agitación, amnesia, estado de trance o pérdida de conciencia, anestesia, trastornos visuales, parálisis, afonía, confusión de identidad, estados de posesión, etc.
• Los síntomas pueden ser dramáticos, aparentemente inusuales y variables. Habitualmente, desaparecen rápido y sin dejar secuela.
Pautas de actuación:
• Animar al paciente a que relacione las situaciones, pérdidas y dificultades recientes con sus síntomas.
• Promover en el paciente la búsqueda de soluciones positivas para su situación sin reforzar los síntomas existentes. Evitar que, como consecuencia del episodio, obtenga ganancias secundarias y que aprenda a utilizar la crisis para escapar de los problemas o solucionarlos de manera fácil.
• Recomendar un breve período de descanso, pero desaconsejar una prolongada retirada de las actividades habituales.
• Debe evitarse el uso de sedantes o somníferos, reservándolos para aquellos casos en que sean estrictamente necesarios.
Trastorno psicótico agudo
En los desastres naturales y otras emergencias no se ha demostrado que exista un aumento en la incidencia de psicosis, aunque como consecuencia de experiencias traumáticas intensas pueden presentarse ocasionalmente cuadros agudos de corta evolución o descompensaciones de enfermos preexistentes. También debe descartarse una causa orgánica, pues en esas circunstancias la persona puede haber recibido un trauma o padecer una enfermedad infecciosa o tóxica. Las psicosis de larga evolución - como la esquizofrenia - solo aparecen como descompensaciones en sujetos que ya estaban enfermos con anterioridad. No obstante, debemos estar preparados para atender aquellos pacientes que puedan identificarse y/o demandar asistencia.
Las psicosis se corresponden, aproximadamente, con los cuadros que, en el lenguaje popular, se conocen como "locura".
Sus manifestaciones clínicas son:
• Alucinaciones (oír voces, sentir o ver cosas de origen desconocido).
• Ideas delirantes (ideas o creencias extrañas o irreales).
• Confusión.
• Temor y/o desconfianza.
• Actividad excesiva y/o comportamiento extravagante.
• Retraimiento.
• Lenguaje desorganizado o anormal.
• Respuestas emocionales exageradas e inestabilidad emocional.
Deben considerarse como posibles causas orgánicas las siguientes:
• Epilepsia.
• Intoxicación o abstinencia de drogas o alcohol.
• Infecciones o enfermedades febriles.
• Traumas craneales.
En estos casos, debe atenderse primariamente la enfermedad de base. Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones no se deben a lesiones del sistema nervioso. Pueden ser reacciones agudas que evolucionan rápidamente hacia la curación o, en otros casos, son episodios de un trastorno de larga evolución como la esquizofrenia.
Pautas de actuación:
• Que sus familiares y amigos refuercen sus vínculos con la realidad.
• Que sus necesidades básicas sean cubiertas (alimento y ropa). Debe cuidarse que duerma suficientemente.
• Cuidar la seguridad e integridad del paciente y de quienes lo rodean.
• Reducir al mínimo la ansiedad, la inquietud y la excitación.
• No discutir sobre los contenidos irreales o inadecuados del pensamiento.
• Evitar confrontaciones o críticas.
• Animar a que realicen una vida normal en cuanto mejoren sus síntomas.
• Valorar el uso de medicamentos específicos como los neurolépticos, que deben ser prescritos por un médico, e incluso el internamiento en un hospital - por un periodo limitado de tiempo - si fuera necesario.
Los estados de pánico
Ha sido un mito o una creencia sustentada por algunos que en situaciones de desastres y emergencias se producen estados colectivos de pánico. Se ha demostrado que este no es un fenómeno frecuente y solo se observa en circunstancias muy específicas, por ejemplo, en un ataque terrorista.
El pánico colectivo se instaura de manera brusca o progresiva y se caracteriza por un alto nivel de tensión y angustia que se torna intensa, anormal e incontrolable. La conducta de las personas se desorganiza y se hace muy desadaptativa. Puede existir violencia, agresividad, y en ocasiones, actitudes temerarias. El pánico es una respuesta desproporcionada que tiende a propagarse.
La incertidumbre y el rumor son factores que acrecientan el riesgo de pánico y desorganización. En determinadas condiciones se ha descrito el pánico anticipatorio.
Lo más frecuente, sin embargo, es que las personas manifiesten ansiedad, temor, intranquilidad o inseguridad sin que el cuadro llegue a constituirse en un estado de pánico.
Desde el punto de vista individual, el trastorno de pánico o ansiedad paroxística se describe como un episodio que se inicia bruscamente, alcanzando su máxima intensidad en segundos y tiene una duración de minutos. El diagnóstico se hace por la presencia de algunos de los siguientes síntomas:
Síntomas somáticos y autonómicos:
Síntomas generales y psiquicos:
• Palpitaciones.
• Escalofríos.
• Temblores o sacudidas.
• Sequedad de la boca.
• Dificultad para respirar.
• Sensación de ahogo.
• Dolor, malestar u opresión en el pecho.
• Malestar abdominal.
• Náuseas.
• Angustia o tensión extrema.
• Sensación de pérdida de control.
• Miedo a morir.
• Mareos y/o desmayos.
• Sensación de irrealidad o de sentirse extraño en la situación en que está.
• Oleadas de calores.
• Adormecimiento o sensación de hormigueo.
Pautas de actuación:
• Expresarle al paciente que los cuadros de pánico pueden verse en estas circunstancias - relacionados con la experiencia traumática -, pero que es un problema controlable y que se aliviará en poco tiempo.
• Esforzarse por controlar la ansiedad; en la medida que la angustia disminuya, también lo harán los síntomas físicos.
• Permanecer acompañándolo en el lugar hasta que pase el ataque.
• Practicar la respiración lenta y prolongada.
• La persona debe cooperar y tratar de convencerse a sí misma que es un ataque de pánico transitorio que obedece a la situación por la que atraviesa, que no tiene ninguna patología orgánica (por ejemplo, cardiaca).
Trastorno por estrés postraumático
Para algunos autores el trastorno de estrés postraumático es el diagnóstico más frecuente en situaciones de conflictos armados y desastres. Es un cuadro que surge después de sucesos angustiosos de naturaleza excepcionalmente peligrosa. Su prevalencia general en la población se ha estimado en un 0,37%. Sin embargo, también se ha cuestionado este diagnóstico por considerarlo típico de determinadas culturas y por formularse con demasiada frecuencia; de hecho se ha argumentado que es una categoría diagnóstica inventada sobre la base de necesidades sociopolíticas (Summerfield, 2001) (27). Independiente de estos señalamientos, no cabe duda sobre la presencia de estos cuadros (en diferentes modalidades) en períodos posteriores a la emergencia propiamente dicha.
Es un trastorno que aparece en el periodo de seis meses o más, posterior a sufrir un evento traumático muy significativo e impactante para la persona. Los criterios para el diagnóstico incluyen la duración de cuatro semanas o mas de los siguientes síntomas:
• Recuerdo continuado o re-experimentación del evento traumático: rememoraciones vívidas, sueños recurrentes o sensación de malestar al enfrentar circunstancias parecidas.
• Evasión de situaciones similares o relacionadas con el evento traumático: esfuerzos para evadir pensamientos, gente, lugares y cosas que le recuerden lo sucedido.
• No recordar - total o parcialmente - el evento traumático.
• Síntomas persistentes de sobreexcitación psicológica: insomnio, sueños desagradables, irritabilidad, explosiones de enojo, dificultades en la concentración, nerviosismo, sobresaltos, miedo e inseguridad.
• Otras manifestaciones como: disminución de interés en actividades que antes le atraían, aislamiento, se siente frío emocionalmente o deprimido, culpabilidad por haber sobrevivido, problemas en la escuela, con la familia o en el trabajo, abuso de alcohol o drogas e ideas de suicido.
Pautas de actuación:
Lo recomendado en los trastornos depresivos y de ansiedad, ideas suicidas y pánico puede ser útil para una primera actuación. No obstante, este es un cuadro que, por lo general, requiere de tratamiento especializado y como tal debe ser referido a un servicio de salud mental.
Consideraciones generales sobre la atención clínica a los transtornos psíquicos
En situaciones de emergencia es importante movilizar, de manera inmediata, los recursos especializados disponibles en el sector salud a los diferentes niveles (psiquiatras, psicólogos, trabajadoras sociales y enfermeras especializadas). Es recomendable disponer de un equipo de personal especializado a nivel central para movilizarlo a cualquier lugar del territorio nacional que se requiera. También pueden organizarse equipos móviles en diferentes puntos del país, priorizando aquellos lugares donde no se disponga de atención especializada.
Simultáneamente, es necesario que el Ministerio de Salud coordine con otras organizaciones e instituciones (ONGs., universidades, etc.) para que el personal especializado y los estudiantes universitarios participen, de manera concertada, en las tareas de atención y recuperación psicosocial.
Los diferentes niveles del sistema de salud deben garantizar la atención a la problemática que se presenta en la emergencia. También debe asegurarse que su personal esté preparado para manejar la situación y complicaciones psicosociales que aparecen. Es necesario mantener comunicación sistemática entre estas instancias y los servicios especializados, establecer o fortalecer los mecanismos de referencias y contrareferencias de casos.
Deben evitarse las etiquetas diagnósticas, recordando que muchas de las manifestaciones hay que entenderlas en un contexto psicosocial más que como un proceso patológico. Así mismo restringir, al mínimo posible, el uso de medicamentos; sólo se recomienda tratar con psicofármacos a las personas que persistan con sintomatología psíquica intensa y/o prolongada y que, posiblemente, requerirán una atención especializada.
Reducir la hospitalización sólo a los casos estrictamente necesarios y por el menor tiempo posible. De ser necesaria la hospitalización, se recomienda que se realice en hospitales generales para no desarraigar a los enfermos de su medio habitual, evitando la cronificación y estigmatización, lograr una mejor y más pronta rehabilitación.
Entre los portadores de trastornos psíquicos encontramos los siguientes grupos:
• Los que han sido pacientes psiquiátricos cuya situación puede agravarse en la catástrofe.
• Los que tienen condiciones vulnerables de riesgo previo al desastre.
• Los que sufren cuadros reactivos secundarios al desastre.
• Los que tienen una respuesta tardía, con manifestaciones diversas.
Los tipos de intervención se espera que sean individuales, familiares, grupales y sociales. El trabajo en grupos tiene grandes ventajas, por lo que el personal especializado debe estar preparado para su organización y manejo.





1 comentario:

  1. Es importante la planificación y organización que se realice para abordar las consecuencias de un desastre natural y/o emergencia, antes para preparar a la personas y puedan actuar de manera adecuada ante la misma y posterior a este evento para canalizar y optimizar la ayuda a las personas más afectadas antes eventos de esta magnitud.

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