viernes, 25 de octubre de 2013

CONDUCTA DE ADULTOS Y ANCIANOS EN SITUACIONES DE DESASTRE


Ante una situación anormal - como los desastres - ciertos sentimientos y reacciones son frecuentes. Puede ser que algunas de esas emociones no se hayan experimentado anteriormente, cada persona es diferente y puede responder de distinta manera en ciertos momentos.
También es claro que la exposición a eventos traumáticos debe producir un mayor nivel de tensión y angustia en las personas, así como que el recuerdo de lo sucedido será parte de la vida de las víctimas y no se borrará de su memoria. Pero se ha demostrado que sólo algunos sujetos experimentarán problemas más serios o duraderos que podrán calificarse como psicopatología. La gran mayoría no sufre en ese momento de ninguna enfermedad mental, sólo están experimentando reacciones esperadas ante un suceso vital significativo.
Sin embargo, las respuestas institucionales más frecuentes están basadas en la atención psiquiátrica individual y sirven sólo a un número muy reducido de las personas afectadas. Se ha demostrado que si existe una rápida y adecuada intervención psicosocial estas reacciones pueden disminuir y los sujetos volver al funcionamiento normal.

A continuación un listado de algunas de las manifestaciones que pueden observarse en personas adultas:
Nerviosismo o ansiedad.
Inseguridad.
Tristeza y/o llanto.
Necesidad de estar solo.
Culpabilidad por haber sobrevivido.
Crisis de miedo o pánico.
Ideas de suicidio.
Disminución en la resistencia física.
Fatiga.
Dificultades para retornar al nivel normal de
Problemas para dormir o descansar.

Confusión para pensar y/o problemas de concentración.
Sentirse frío emocionalmente.
Problemas de memoria.
Sentirse abrumado.
Disminución de la higiene personal.
Intensa preocupación por otros.
Cambio en los hábitos alimenticios.
Náuseas.
Pérdida de confianza en uno mismo.
Dolores de pecho o cabeza.
Recuerdos muy vivos del evento.
Temblores musculares.
Culpar a los demás.
Dificultad para respirar.
Frustración.
Palpitaciones o taquicardia.
Desorientación en tiempo o lugar.
Aumento de la presión sanguínea.
Sentimiento de impotencia.
 Enojo y/o irritabilidad.
Uso excesivo de alcohol y/o drogas.

Problemas en el trabajo y/o familia.


En situaciones de emergencias, las patologías psíquicas más observadas son de tipo depresivo y de ansiedad, así como los trastornos por estrés agudo y por estrés postraumático.
Trastornos depresivos y/o de ansiedad
Manifestaciones clínicas: El paciente presenta una gran variedad de síntomas psíquicos o físicos relacionados con la angustia, frustración y tristeza. En ocasiones, el cuadro se manifiesta en forma de un ataque o crisis aguda, que requiere una atención de emergencia. Las expresiones más frecuentes son:
• Estado de ánimo bajo o tristeza.
• Pérdida de interés o de capacidad de disfrutar.
• Ansiedad, tensión o nerviosismo.
• Intranquilidad.
• Preocupaciones constantes.
• Temblores.
• Trastornos del sueño.
• Astenia o fatiga y pérdida de energía.
• Falta de concentración.
• Trastornos del apetito.
• Ideas o actos suicidas.
• Pérdida o disminución del deseo sexual.
• Palpitaciones.
• Mareos.
• Sequedad de boca.
Pautas de actuación:
• Informar al paciente y sus familiares que estas manifestaciones no son consecuencia de la falta de voluntad para enfrentar los problemas, sino que la situación por la que ha pasado la persona puede causar estos trastornos emocionales. El apoyo familiar y social es muy importante.
• Permitir que hable libremente y transmitirle apoyo, confianza y seguridad.
• Identificar factores predisponentes que existían previo a la situación traumática.
• No aborde inicialmente los temas más dolorosos, aunque tampoco impida que lo haga si así lo desea.
• Animarlo a que realice su vida normal, retomando tareas que han sido de ayuda en el pasado. Planificar actividades que ocupen a la persona, lo distraigan y ayuden a reforzar la confianza en sí mismo. Identificar y reforzar las actividades que ha podido realizar con éxito.
• Tratar de alejar pensamientos pesimistas o preocupaciones exageradas por diferentes métodos.
• Si existen síntomas físicos, intentar averiguar la conexión entre estos y el estado emocional. Evaluar si pudiera existir otra enfermedad concomitante.
• Búsqueda de alternativas para el enfrentamiento y/o solución de problemas, dada la situación difícil por las que está atravesando.
• Aplazamiento de decisiones. Cuando se está muy tenso o deprimido, no es el mejor momento para tomar decisiones importantes.
• Animar al paciente para que practique métodos de relajación y ejercicios físicos.
• Es recomendable que tome infusiones calientes por las noches como tranquilizantes.
• Evaluar un posible riesgo de suicidio y tomar la conducta recomendada en estos casos.


En la crisis de ansiedad, las respiraciones suelen ser rápidas y superficiales. Si le pedimos que el paciente realice inspiraciones más profundas y respire por la nariz se consigue hacer más lenta la frecuencia respiratoria. Una vez controlada la respiración se puede intentar técnicas de relajación sencillas.
Trastorno por estrés agudo
Es un cuadro de carácter agudo que aparece como consecuencia de la exposición al evento traumático. De acuerdo al nivel de intensidad y presencia de síntomas se clasifica en ligero, moderado o grave. Las manifestaciones clínicas aparecen dentro del plazo de una hora posterior al psicotrauma y deben desaparecer o aliviarse en un término no mayor a 48 horas.
Manifestaciones clínicas:
• Manifestaciones de ansiedad generalizada que incluye tensión, angustia, dificultad para la concentración, intranquilidad y algunos síntomas físicos.
• Desesperanza o frustración.
• Tristeza o manifestación de duelo excesivo e incontrolable.
• Aislamiento social.
• Irritabilidad.
• Puede aparecer desorientación o estrechamiento de la conciencia.
Pautas de actuación:
• Proveer información, destacando la transitoriedad de los síntomas que se han producido por el evento traumático vivido.
• De acuerdo a las circunstancias y, si el caso lo requiere, puede proporcionársele reposo y tranquilidad durante un breve tiempo en el contexto familiar.
• Aplicar las pautas señaladas en el trastorno depresivo ansioso.
Conducta o ideación suicida
La conducta suicida, como consecuencia de situaciones de desastres (en la fase crítica), no resulta tan frecuente; sin embargo, se observa un incremento de la ideación suicida, en relación con los sentimientos de culpa del sobreviviente y en casos de experiencias traumáticas extremas. La predicción de los actos suicidas, al igual que otras conductas humanas, no resulta una tarea fácil; la evaluación del riesgo es compleja.
Factores o condiciones que incrementan el riesgo suicida:
• Ideación suicida intensa y persistente.
• Intentos suicidas previos.
• Existencia previa de trastornos psíquicos, en especial depresión intensa y persistente.
• Alto grado de exposición al evento traumático o haber sufrido pérdidas de gran magnitud.
• Plan suicida desarrollado y disponibilidad de medios para ejecutarlo.
• La falta de apoyo social y familiar.
• El consumo de alcohol u otras sustancias limita la capacidad de autocontrol.
• Dificultades socioeconómicas.
• Padecer enfermedades crónicas e invalidantes.
Pautas de actuación:
• En un primer momento, no censure ni critique duramente su conducta; tampoco, la juzgue de una manera superficial o ligera.
• Trate de convencerlo que es mejor posponer cualquier decisión importante y disponerse a recibir ayuda.
• Converse con la persona y evalúe la situación ocurrida en su conjunto.
• Evalúe el riesgo suicida futuro.
• Alerte a la familia para que lo mantenga bajo observación y cuidado.
• Tratar la depresión u otra patología concomitante. Adoptar similares medidas que en caso de depresión y/o ansiedad.
Trastornos disociativos o de conversión
Manifestaciones clínicas:
• La presentación suele ser súbita y está relacionada con la situación y las circunstancias vividas.
• El paciente presenta síntomas físicos poco frecuentes que no tienen causa biológica aparente, tales como ataques epileptiformes, excitación, agitación, amnesia, estado de trance o pérdida de conciencia, anestesia, trastornos visuales, parálisis, afonía, confusión de identidad, estados de posesión, etc.
• Los síntomas pueden ser dramáticos, aparentemente inusuales y variables. Habitualmente, desaparecen rápido y sin dejar secuela.
Pautas de actuación:
• Animar al paciente a que relacione las situaciones, pérdidas y dificultades recientes con sus síntomas.
• Promover en el paciente la búsqueda de soluciones positivas para su situación sin reforzar los síntomas existentes. Evitar que, como consecuencia del episodio, obtenga ganancias secundarias y que aprenda a utilizar la crisis para escapar de los problemas o solucionarlos de manera fácil.
• Recomendar un breve período de descanso, pero desaconsejar una prolongada retirada de las actividades habituales.
• Debe evitarse el uso de sedantes o somníferos, reservándolos para aquellos casos en que sean estrictamente necesarios.
Trastorno psicótico agudo
En los desastres naturales y otras emergencias no se ha demostrado que exista un aumento en la incidencia de psicosis, aunque como consecuencia de experiencias traumáticas intensas pueden presentarse ocasionalmente cuadros agudos de corta evolución o descompensaciones de enfermos preexistentes. También debe descartarse una causa orgánica, pues en esas circunstancias la persona puede haber recibido un trauma o padecer una enfermedad infecciosa o tóxica. Las psicosis de larga evolución - como la esquizofrenia - solo aparecen como descompensaciones en sujetos que ya estaban enfermos con anterioridad. No obstante, debemos estar preparados para atender aquellos pacientes que puedan identificarse y/o demandar asistencia.
Las psicosis se corresponden, aproximadamente, con los cuadros que, en el lenguaje popular, se conocen como "locura".
Sus manifestaciones clínicas son:
• Alucinaciones (oír voces, sentir o ver cosas de origen desconocido).
• Ideas delirantes (ideas o creencias extrañas o irreales).
• Confusión.
• Temor y/o desconfianza.
• Actividad excesiva y/o comportamiento extravagante.
• Retraimiento.
• Lenguaje desorganizado o anormal.
• Respuestas emocionales exageradas e inestabilidad emocional.
Deben considerarse como posibles causas orgánicas las siguientes:
• Epilepsia.
• Intoxicación o abstinencia de drogas o alcohol.
• Infecciones o enfermedades febriles.
• Traumas craneales.
En estos casos, debe atenderse primariamente la enfermedad de base. Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones no se deben a lesiones del sistema nervioso. Pueden ser reacciones agudas que evolucionan rápidamente hacia la curación o, en otros casos, son episodios de un trastorno de larga evolución como la esquizofrenia.
Pautas de actuación:
• Que sus familiares y amigos refuercen sus vínculos con la realidad.
• Que sus necesidades básicas sean cubiertas (alimento y ropa). Debe cuidarse que duerma suficientemente.
• Cuidar la seguridad e integridad del paciente y de quienes lo rodean.
• Reducir al mínimo la ansiedad, la inquietud y la excitación.
• No discutir sobre los contenidos irreales o inadecuados del pensamiento.
• Evitar confrontaciones o críticas.
• Animar a que realicen una vida normal en cuanto mejoren sus síntomas.
• Valorar el uso de medicamentos específicos como los neurolépticos, que deben ser prescritos por un médico, e incluso el internamiento en un hospital - por un periodo limitado de tiempo - si fuera necesario.
Los estados de pánico
Ha sido un mito o una creencia sustentada por algunos que en situaciones de desastres y emergencias se producen estados colectivos de pánico. Se ha demostrado que este no es un fenómeno frecuente y solo se observa en circunstancias muy específicas, por ejemplo, en un ataque terrorista.
El pánico colectivo se instaura de manera brusca o progresiva y se caracteriza por un alto nivel de tensión y angustia que se torna intensa, anormal e incontrolable. La conducta de las personas se desorganiza y se hace muy desadaptativa. Puede existir violencia, agresividad, y en ocasiones, actitudes temerarias. El pánico es una respuesta desproporcionada que tiende a propagarse.
La incertidumbre y el rumor son factores que acrecientan el riesgo de pánico y desorganización. En determinadas condiciones se ha descrito el pánico anticipatorio.
Lo más frecuente, sin embargo, es que las personas manifiesten ansiedad, temor, intranquilidad o inseguridad sin que el cuadro llegue a constituirse en un estado de pánico.
Desde el punto de vista individual, el trastorno de pánico o ansiedad paroxística se describe como un episodio que se inicia bruscamente, alcanzando su máxima intensidad en segundos y tiene una duración de minutos. El diagnóstico se hace por la presencia de algunos de los siguientes síntomas:
Síntomas somáticos y autonómicos:
Síntomas generales y psiquicos:
• Palpitaciones.
• Escalofríos.
• Temblores o sacudidas.
• Sequedad de la boca.
• Dificultad para respirar.
• Sensación de ahogo.
• Dolor, malestar u opresión en el pecho.
• Malestar abdominal.
• Náuseas.
• Angustia o tensión extrema.
• Sensación de pérdida de control.
• Miedo a morir.
• Mareos y/o desmayos.
• Sensación de irrealidad o de sentirse extraño en la situación en que está.
• Oleadas de calores.
• Adormecimiento o sensación de hormigueo.
Pautas de actuación:
• Expresarle al paciente que los cuadros de pánico pueden verse en estas circunstancias - relacionados con la experiencia traumática -, pero que es un problema controlable y que se aliviará en poco tiempo.
• Esforzarse por controlar la ansiedad; en la medida que la angustia disminuya, también lo harán los síntomas físicos.
• Permanecer acompañándolo en el lugar hasta que pase el ataque.
• Practicar la respiración lenta y prolongada.
• La persona debe cooperar y tratar de convencerse a sí misma que es un ataque de pánico transitorio que obedece a la situación por la que atraviesa, que no tiene ninguna patología orgánica (por ejemplo, cardiaca).
Trastorno por estrés postraumático
Para algunos autores el trastorno de estrés postraumático es el diagnóstico más frecuente en situaciones de conflictos armados y desastres. Es un cuadro que surge después de sucesos angustiosos de naturaleza excepcionalmente peligrosa. Su prevalencia general en la población se ha estimado en un 0,37%. Sin embargo, también se ha cuestionado este diagnóstico por considerarlo típico de determinadas culturas y por formularse con demasiada frecuencia; de hecho se ha argumentado que es una categoría diagnóstica inventada sobre la base de necesidades sociopolíticas (Summerfield, 2001) (27). Independiente de estos señalamientos, no cabe duda sobre la presencia de estos cuadros (en diferentes modalidades) en períodos posteriores a la emergencia propiamente dicha.
Es un trastorno que aparece en el periodo de seis meses o más, posterior a sufrir un evento traumático muy significativo e impactante para la persona. Los criterios para el diagnóstico incluyen la duración de cuatro semanas o mas de los siguientes síntomas:
• Recuerdo continuado o re-experimentación del evento traumático: rememoraciones vívidas, sueños recurrentes o sensación de malestar al enfrentar circunstancias parecidas.
• Evasión de situaciones similares o relacionadas con el evento traumático: esfuerzos para evadir pensamientos, gente, lugares y cosas que le recuerden lo sucedido.
• No recordar - total o parcialmente - el evento traumático.
• Síntomas persistentes de sobreexcitación psicológica: insomnio, sueños desagradables, irritabilidad, explosiones de enojo, dificultades en la concentración, nerviosismo, sobresaltos, miedo e inseguridad.
• Otras manifestaciones como: disminución de interés en actividades que antes le atraían, aislamiento, se siente frío emocionalmente o deprimido, culpabilidad por haber sobrevivido, problemas en la escuela, con la familia o en el trabajo, abuso de alcohol o drogas e ideas de suicido.
Pautas de actuación:
Lo recomendado en los trastornos depresivos y de ansiedad, ideas suicidas y pánico puede ser útil para una primera actuación. No obstante, este es un cuadro que, por lo general, requiere de tratamiento especializado y como tal debe ser referido a un servicio de salud mental.
Consideraciones generales sobre la atención clínica a los transtornos psíquicos
En situaciones de emergencia es importante movilizar, de manera inmediata, los recursos especializados disponibles en el sector salud a los diferentes niveles (psiquiatras, psicólogos, trabajadoras sociales y enfermeras especializadas). Es recomendable disponer de un equipo de personal especializado a nivel central para movilizarlo a cualquier lugar del territorio nacional que se requiera. También pueden organizarse equipos móviles en diferentes puntos del país, priorizando aquellos lugares donde no se disponga de atención especializada.
Simultáneamente, es necesario que el Ministerio de Salud coordine con otras organizaciones e instituciones (ONGs., universidades, etc.) para que el personal especializado y los estudiantes universitarios participen, de manera concertada, en las tareas de atención y recuperación psicosocial.
Los diferentes niveles del sistema de salud deben garantizar la atención a la problemática que se presenta en la emergencia. También debe asegurarse que su personal esté preparado para manejar la situación y complicaciones psicosociales que aparecen. Es necesario mantener comunicación sistemática entre estas instancias y los servicios especializados, establecer o fortalecer los mecanismos de referencias y contrareferencias de casos.
Deben evitarse las etiquetas diagnósticas, recordando que muchas de las manifestaciones hay que entenderlas en un contexto psicosocial más que como un proceso patológico. Así mismo restringir, al mínimo posible, el uso de medicamentos; sólo se recomienda tratar con psicofármacos a las personas que persistan con sintomatología psíquica intensa y/o prolongada y que, posiblemente, requerirán una atención especializada.
Reducir la hospitalización sólo a los casos estrictamente necesarios y por el menor tiempo posible. De ser necesaria la hospitalización, se recomienda que se realice en hospitales generales para no desarraigar a los enfermos de su medio habitual, evitando la cronificación y estigmatización, lograr una mejor y más pronta rehabilitación.
Entre los portadores de trastornos psíquicos encontramos los siguientes grupos:
• Los que han sido pacientes psiquiátricos cuya situación puede agravarse en la catástrofe.
• Los que tienen condiciones vulnerables de riesgo previo al desastre.
• Los que sufren cuadros reactivos secundarios al desastre.
• Los que tienen una respuesta tardía, con manifestaciones diversas.
Los tipos de intervención se espera que sean individuales, familiares, grupales y sociales. El trabajo en grupos tiene grandes ventajas, por lo que el personal especializado debe estar preparado para su organización y manejo.





viernes, 18 de octubre de 2013

AMAME CRISIS (PROTOCOLOS)


Es un grupo de profesionales en salud mental; Entrenados y Certificados con Reconocimiento Internacional en diversas aproximaciones, modernas, rápidas y altamente efectivas; para atender dentro de un Continuo de Servicios en Salud Mental, a los y las sobrevivientes de eventos potencialmente traumáticos; como víctimas del delito y la violencia en todas sus formas y manifestaciones.
Nuestra Misión es Prevenir o Aliviar el Sufrimiento Humano Producido por el Trauma Psicológico.
Desde el año de 1998 hemos prestado in situ, Ayuda Humanitaria en Salud Mental; tanto a los auxiliadores como a los sobrevivientes de desastres naturales o provocados por el hombre en México, Centro y Sudamérica. De ahí que seamos una de las ONG con mayor experiencia en el mundo en este campo.
Dos de los fundadores de nuestra Institución, han sido honrados con reconocimientos internacionales. Lucina Artigas con el Premio a la Innovación Creativa de la EMDR International Association, en el año 2000 e Ignacio Jarero con el Premio a la Trayectoria en el Campo del Psicotrauma, otorgado por la sociedad Argentina de Psicotrauma (afiliada a la ISTSS) en el año 2008.
En el año 2007 nuestra Asociación recibió el premio Francine Shapiro en Brasilia, Brasil, por su contribución científica al EMDR,
No pertenecemos a ningún Partido Político, Organización Religiosa o No Gubernamental.
Nuestra Institución cuenta con autorización de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, para recibir donativos deducibles del impuesto sobre la renta. De ahí que el dinero que recibimos, se emplea para cumplir con nuestra labor humanitaria, altruista y sin fines de lucro.

Contamos con la Constancia de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, como Agente Capacitador Externo, número de registro AMA-980408-N24-0013. Por lo que todos los cursos que ofrece nuestra Institución, están reconocidos como Capacitación y Adiestramiento de los trabajadores mexicanos.

ADVERTENCIA
Estos protocolos solo deben de ser empleados por clínicos profesionales en salud mental y que hayan completado satisfactoriamente los entrenamientos de las técnicas que se mencionan en los protocolos.


  1. Introducciónhttp://www.amamecrisis.com.mx/protocolos_intro.htm
  2. Protocolo Básicohttp://www.amamecrisis.com.mx/protocolos_basico.htm
  3. Protocolo del dibujo librehttp://www.amamecrisis.com.mx/protocolos_cuento.htm
  4. Protocolo del cuento encontrando al corazónhttp://www.amamecrisis.com.mx/protocolos_cuento.htm
  5. Protocolo de la piñatahttp://www.amamecrisis.com.mx/protocolos_pinata.htm
  6. Señales de alta probabilidad de potencial autodestructivo (suicidio)http://www.amamecrisis.com.mx/protocolos_suicidio.htm
  7. Procedimiento para notificación de muertehttp://www.amamecrisis.com.mx/protocolos_muerte.htm
  8. Abrazo de la mariposahttp://www.amamecrisis.com.mx/protocolos_abrazo.htm





CONDUCTA DE NIÑOS Y ADOLESCENTES FRENTE A SITUACIONES DE DESASTRE


Los niños y adolescentes son sujetos de derecho siendo imperante que las necesidades especiales sean atendidas por parte de los adultos responsables y se realicen intervenciones activas de contención respecto de lo sucedido. La contención es un derecho y una medida potente de reconducción y de orden que va a permitir la elaboración de las experiencias vividas desde los niveles más concretos hasta otros más profundos como las emociones asociadas al sufrimiento y el temor.
 Los niños y adolescentes son personas que se encuentran en crecimiento y desarrollo, construyendo activamente su identidad y personalidad, por lo que las experiencias asociadas al desastre pueden operar como fuerzas estresantes y de riesgo, pero también como una oportunidad para poder avanzar en la integración de elementos altamente positivos de cuidado, amor y solidaridad. Además, la mayor capacidad plástica de sus cerebros en desarrollo, pueden facilitar que las experiencias vividas sean incluidas como un elemento más de la vida que se lleva en este país, es decir, el terremoto y tsunami pueden facilitar el logro de una capacidad de autocontención.
 Para poder comprender y por lo tanto, intervenir en las formas en que se afecta la salud mental de niños y adolescentes, se pueden establecer diferentes niveles de impacto según el tipo de exposición a las experiencias traumáticas y eventos consecuentes.
 El primer nivel de exposición a experiencia traumática corresponde a todos los afectados directamente por el terremoto, es decir, la población que se extiende desde la Quinta Región a la Novena Región, incluida la Región Metropolitana.
 El segundo nivel de exposición a experiencia traumática se produce como consecuencia de las necesidades de evacuación y reubicación de las personas afectadas.
 El tercer nivel de exposición a experiencia traumática incluye a las personas que fueron afectadas directamente por el Tsunami, es decir, la población que se encontraba en la costa de la Quinta, Sexta, Séptima, Octava y Novena Regiones.
 En un cuarto nivel de exposición a experiencia traumática se incluyen los afectados que fueron testigos posteriores de las consecuencias de las evacuaciones cuyas manifestaciones se producen como incertidumbre y preocupaciones por la situación en que se encuentra los amigos, familiares y los hogares. Esta exposición puede verse incrementada por las formas en que son difundidos los hechos a través de los medios de comunicación.
La intranquilidad civil puede constituir una experiencia traumática que emerge de manera asociada a la situación de crisis. La manifestación de conductas de pánico en la búsqueda de provisiones y agua, la presencia de saqueos y la violencia en las calles afectan a las personas incrementándose las reacciones de ansiedad y desconfianza de la población ante los informes y reportajes que los medios de comunicación entregan lo que a su vez se ve incrementado por los rumores de desorden social lo que puede ser observada en especial en los lugares de refugio.
 Finalmente, un sexto nivel de exposición a experiencia traumática corresponde a la falta de coordinación y la variabilidad en la efectividad de las respuestas de los gobiernos regionales y centrales que dejan a las personas afectadas en ambientes inseguros por días, sumándose a ello el sentimiento de abandono y de exposición continua a peligro.
Medios de comunicación e impacto en los niños y adolescentes
La falta de regulación en la difusión de la información e imágenes asociadas al desastre pueden transgredir el derecho de contención de los niños y adolescentes. La importancia de poder moderar y modular las noticias, donde no sólo se narren los hechos sino que se entregue un significado mediado, es decir, con el respaldo de los conocimientos de los profesionales de la psicoeducativos respecto de las expresiones de las personas, contribuye a la construcción de un sentimiento de mayor certeza y predictibilidad para los niños.
 Es fundamental que en las situaciones de experiencia traumática los medios favorezcan la contención a través de señales de aliento, de psicoeducación y apoyo a los diferentes aspectos educativos que previenen la aparición de los problemas y trastornos en salud mental, sugiriéndose la participación de personas expertas en salud mental como parte de los equipos de comunicaciones presentes.
Población de riesgo
Según el grado o nivel de exposición a las experiencias traumáticas, se pueden identificar grupos de niños y adolescentes que presentan mayor riesgo de presentar problemas de salud mental y trastornos mentales.
 Los niños y adolescentes que han tenido que ser trasladados de sus hogares y separados de sus familias constituyen un grupo de riesgo además de la emergencia de problemas como la falta de documentación que puede afectar la reintegración a las actividades escolares y atención en salud.
 Otro grupo lo constituyen los niños y adolescentes que han sido rescatados de condiciones amenazantes para su integridad y la de sus familias, que han debido ser reubicados en refugios u otros lugares desconocidos para ellos.
Los niños y adolescentes que han sufrido la pérdida de sus seres queridos por fallecimiento traumático constituyen un grupo de especial cuidado.
Problemas de salud mental emergentes en niños y adolescentes
Las manifestaciones de los síntomas y cambios en el comportamiento, así como la manera en que cada niño o adolescente vivencia, comprende y le da significado a las situaciones experimentadas, variarán según las etapas del desarrollo en que se encuentren. Es así como los niños pequeños, en período preescolar, pudieran presentar cambios en la regularidad de los ciclos de sueño, vigilia y alimentación, comportamientos de búsqueda de proximidad con las figuras de apego y ansiedad de separación, comportamientos regresivos ( enuresis, cambios en el lenguaje, etc), temores y fobias, irritabilidad y en algunos casos, alteraciones más específicas relacionadas con la experiencia traumática de reexperimentación con pesadillas, comportamiento de evitación, baja de la atención o hiperactivación ansiosa. Estos síntomas hacen sospechar la presencia de un trastorno por estrés postraumático por lo que se requiere de atención especializada.
 En el período escolar, se pueden presentar síntomas similares a los descritos, apareciendo conductas de rechazo escolar, alteraciones en el sueño, desatención y temores específicos concretos asociados al desastre natural.
En el período de la adolescencia, se pueden observar síntomas de ansiedad con somatización de la angustia, crisis de angustia y eventualmente de pánico, depresión y consumo de alcohol o drogas con posibles cambios en la conducta, pudiendo aparecer comportamientos de transgresión de las reglas y de desafío de la autoridad.
Acciones para intervenir en el enfrentamiento de la experiencia
Para poder organizar las acciones de manera coordinada y eficaz, es necesario establecer diferentes niveles de intervención. Estos niveles son de orden personal, familiar y social ampliado, destacando la reagrupación de la comunidad local como un factor primordial de protección.
 En la reconstrucción se debe promover la articulación de las redes sociales y comunitarias, con liderazgos claros que en conjunto operan como factores de protección que incrementan la solidez de las uniones de las personas y disminuyen la ansiedad. Los líderes deben poder conducir a la comunidad como si esta fuese una familia, es decir, tiene que estar presentes, deben manejar la información que se tiene, deben promover que las funciones básicas de cuidado, protección y comunicación se desarrollen.
 Además, se requieren roles claros que permiten la diferenciación lo que ayuda a que los menores perciban que la rutina o la regularidad se ha recuperado.
Es necesario que las organizaciones de personas operen con el suficiente grado de flexibilidad favoreciendo los aspectos constructivos. Es fundamental que las personas reasuman los puestos de trabajo lo antes posible y se coordinen con las organizaciones civiles durante el período de crisis.
 Intervenciones con los niños y adolescentes
Como medidas inmediatas de intervención para los niños y adolescentes, es importante que tanto las familias como las instituciones de educación entreguen el tiempo suficiente y de manera escalonada para tratar lo acontecido. La contención de la familia y de la comunidad debe ser efectuada por los equipos psicoeducativos que poseen información periódica y clara respecto de las acciones frente a los eventos como réplicas, asegurar la distribución de los alimentos y agua, etc. Se debe fomentar la continuación de las actividades normales para el desarrollo, que los niños jueguen y se diviertan, que comiencen los nuevos aprendizajes que pueden ser difundidos también a través de los medios de comunicación.
 Es fundamental que la rutina diaria se mantenga con horarios regulares y predecibles.
Los colegios deben prepararse para funcionar lo antes posible y generar espacio o jornadas iniciales donde se traten las situaciones de catástrofe, donde se medie la expresión de emociones y se fomente la solidaridad y el aprendizaje sobre la experiencia vivida. Se debe destinar todo el tiempo que sea necesario.
Lo que se aprende
Los hechos que tienen este carácter impredecible, caótico y traumático, pueden ser sentidos inicialmente como ajenos a la vida habitual y a sí mismos. Para que se conviertan en algo constructivo deben ser ubicadas lentamente en nuestra historia de vida. Esto se denomina elaboración. Es necesario que las experiencias traumáticas vividas se elaboren para poder continuar el desarrollo. Es necesario fomentar la integración de la realidad, comprender y contener las reacciones emocionales bajo el estrés, promover una conducta activa para retomar el curso regular de las funciones personales en la medida de lo posible y potenciar las acciones en redes sociales y afectivas.
 Las consecuencias a mayor plazo pueden representar mayores posibilidades para aprender a tener mayor tolerancia a la frustración y aprender a desarrollar tolerancia ante la adversidad.
 Por otra parte, es posible que las consecuencias de las experiencias vividas se traduzcan en la aparición de problemas o alteraciones más intensas y persistentes en el comportamiento y afectividad de niños y adolescentes. Debido a lo anterior, es fundamental que se realice una detección temprana de los posibles trastornos de modo de poder efectuar las intervenciones pertinentes.

Un terremoto afecta a adultos y niños por igual. Es muy importante explicarles lo ocurrido con palabras que los niños puedan entender, sin eludir los aspectos de los terremotos que provocan miedo.
Entre los factores que influyen la respuesta de los niños ante los desastres está la forma como perciben y comprenden las conductas de sus padres. La forma natural del aprendizaje es la observación y la imitación y ellos como todos, aprenden mirando la reacción de sus padres y escuchando lo que se dice. La mayor parte del tiempo, los niños detectan las aprensiones o preocupaciones de sus padres, pero son especialmente sensibles a ellas, durante las crisis. Los padres deben extremar sus habilidades para enfrentar el suceso, evitando descontrolarse, dando indicaciones firmes pero tranquilas acerca de lo que los miembros de la familia deben hacer, sin gritar ni llorar. Deben cuidar las palabras que usan durante o posteriormente al sismo.Después del sismo, se requiere crear un ambiente positivo y de apoyo, en el que los niños se atrevan a plantear sus preguntas, sin forzarlos a hablar si no quieren. Es necesario entregarles respuestas e informaciones reales, ya que ellos detectan si sus parientes tergiversan la realidad y eso les hace perder confianza. Los grandes terremotos mantienen réplicas por muchos días, es recomendable entregarles una explicación científica sencilla de la causa de los sismos, acompañada de frases tranquilizadoras respecto a su probable magnitud y a la forma de protegerse de posibles daños.
Los padres deben prepararse para tener que repetir las explicaciones muchas veces, ya que algunas informaciones son difíciles de aceptar. Los niños necesitan sentir que los padres validan sus miedos y que sus preguntas e inquietudes son escuchadas. Ellos tienden a personalizar sus miedos en otros, preocupándose excesivamente de sus padres, de su familia, o de parientes que viven lejos, etc. Es indispensable tener una actitud tranquilizadora, y hacerlos sentirse seguros tanto en su casa como en el colegio, pero no se deben hacerse promesas irreales, como prometer que no volverá a temblar.
Por otra parte, resulta conveniente ayudarlos a que encuentren vías de expresión de lo que sienten. Pueden no querer hablar, pero se los puede estimular a dibujar o escribir sus experiencias, o a través de juegos desahogar sus miedos.
Es recomendable que los niños pequeños no vean las noticias, y que los niños en edad de comprender los contenidos, las vean por un tiempo acotado y acompañados de sus padres, quienes deben comentar con ellos los aspectos generales y contextúales de lo que muestran los medios de comunicación. La repetición de escenas desgarradoras puede perturbarlos y confundirlos.
Es relevante que los niños participen en labores de solidaridad hacia las personas afectadas, de acuerdo a su edad y nivel de desarrollo, exaltando la capacidad de ayudar y el grado de organización que muestra la comunidad. Es la oportunidad para que se enteren que frente a grandes problemas, muchas personas deben ayudar y ellos también.
Los niños que han experimentado traumas o pérdidas anteriores son más vulnerables para experimentar reacciones más intensas y prolongadas ante noticias o imágenes de desastres naturales. Estos niños pueden necesitar apoyo y atención especial.
Muchos niños canalizan su angustia mediante síntomas físicos, como cefaleas o dolor abdominal. El aumento de estos síntomas físicos, sin causa médica aparente, puede ser un signo de que ese niño se siente angustiado o agobiado. La mantención de síntomas físicos, las alteraciones persistente del sueño, pensamientos o preocupaciones intrusivas, un miedo recurrente de morir, angustia al separarse de los padres o al ir al colegio, son indicadores suficientes de la necesidad de consultar a un profesional de salud mental.